Dijo Giovanna Recchia:
Si es que un último paisaje existe, está ahora entre mis manos. Último paisaje[1], de Gustavo De Vera aparece ante mis ojos en esta deriva. Se delinean sus versos en el horizonte. Hacia allí voy.
Me recibe una voz que dice “soy el último de mis paisajes/ y mañana habré de mudarme…”. Voz que es paisaje en mudanza, el último pero a la espera de un próximo: es el movimiento mismo.
Es allí donde encuentro versos que me llaman: “niño con su balde/ No se hacen castillos con arena del volcán./ Esa madre milenaria/ la arena del cerro/ es el rastro de una fiesta / celebración del cosmos/ parturiento de este suelo” . Respondo al llamado transcribiendo el poema. La computadora me señala en rojo el último adjetivo; y sugiere parturienta. Y comprendo que en ese movimiento, en ese “corrimiento” está la poesía: pare el cosmos, pare un él… es lo masculino lo que da vida. Y lo hace, dejando la señal de la arena, esa “madre milenaria”. La voz poética disloca las convenciones. Invierte y reúne.
Lo mismo ocurre con otros versos, como este que rescato al azar, por el sólo gusto de paladearlo: “Algún triste será niño esta tarde”.
La niñez reaparece, se escabulle continuamente en los poemas “Mientras tanto, / tengo cinco años / y esta certeza del mar/ cuidándome desde su vértigo”. Y reaparece el mar, recreado su ritmo en las palabras a partir de la aliteración: “No he zarpado por las noches/ y en la leva del ancla trepa un fuego a esperar./ Miro solamente/ como el muelle mira/ y la marea/ miente por volver/ Si me atrevo a la mano como amarra/o me atrevo/ a la mano/ como viento/ quedaría una costa a mis espaldas/ quedaría el margen seco pasado”(leer estos versos en voz alta es participar de la música marina).
Si es este un último paisaje, nos queda la convicción de que es relativo ese adjetivo, tratándose de poesía: el último, en la deriva, es el paso para el próximo: “Dejo el ancla a un costado./ No hay puertos donde abunda este tierral y los barcos/ me flotan intrusos de este viaje” .
Publicado en: "A LA DERIVA"
Este poemario compuesto de 38 poemas que, según declara su autor, fueron compuestos a lo largo de los últimos veinte años, demuestra una gran madurez, exhibida en la calidad de los mismos.
Veinte años le llevó al poeta esquelense culminar su libro, darle su forma definitiva, parirlo; pero no es el fruto tardío de un aficionado, ni de un jubilado que por no tener más que hacer edita un libro, no. Este es el fruto sumamente conciente de un laburante de la palabra, de un escritor con oficio. No es Gustavo De Vera ni por asomo un poeta de fin de semana. Quienes lo hemos conocido sabemos que su bajo perfil, su escasa verborragia y su cierto pudor al mostrar su obra, que no son una postura, un gesto de falsa humildad.
Esa mirada, por momentos discreta, sencilla, no elude lo ríspido, lo difícil y lo duro de la aventura cotidiana. Cuidadoso en el decir su poesía, provoca desde la contundencia y precisión. Imágenes veloces, en un tono medido, son efectos bellos e inesperados en este poemario, que se disfruta con el alma y con la mente. Porque lo mental del proceso de composición formal implica lo emocional, lo sensible. No es para mí una sorpresa la calidad de su poesía, si lo es el armazón, la composición formal del poemario, donde no hay poemas “flacos” esos poemas que uno siente que rellenan. Forman un todo increíblemente parejo.
Una muestra más de la excelente poesía que se está escribiendo en la Patagonia y que se integra a un corpus que da que hablar, y que en el futuro dará más aún. La combinatoria de tono y contenido es excelente y en el poema donde mejor se muestra es uno que puedo considerar de mis favoritos cuyo título es “Frío y masculino corazón”. Es un poema que está construido para ser leído en voz alta, y de ese modo consigue su mejor efecto, el mayor grado de disfrute estético.
Otro poema que logra conmover desde lo profundo y mostrar el abismo que conforma la dimensión humana se titula: “es cuando tu mujer desnuda”, y lo transcribo aquí para ustedes:
Es cuando tu mujer desnuda y borracha y llorando
y tendida sobre la mesa
te mira con ojos que preguntan “¿cómo pudiste?”
Y estás solo, con tus manos que no alcanzan.
Cuatro patas tiene el viento
y te sopla al corazón
Claudia Sastre:
Poeta y Crítica Literaria.
en http://es.shvoong.com/books/poetry/1847049-ultimo-paisaje/
Pto. San Julián - Santa Cruz
Poeta y Crítica Literaria.
en http://es.shvoong.com/books/poetry/1847049-ultimo-paisaje/
Pto. San Julián - Santa Cruz
[1] DE VERA, Gustavo, Último paisaje, Fondo Editorial provincial, Rawson, 2006
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