Al final, está siempre el muro.
adherido a su piel de ladrillos
mojado en lluvia
antes estuve aquí como estoy ahora,
viejo afiche de una fiesta suspendida
del circo que no llegó;
del frustrado “meeting”, por falta de público.
Bajo la lluvia estuve aquí antes,
contra el muro.
hasta aquí llegan a morir como ratas
y un marino,
pecados del alma.
Llegan condenados de cadenas arrastradas,
presagios del muro mojado
por la lluvia, ennegrecido en el hollín.
Muro al fin de estos pecados, caídos tras otro,
como piezas del juego inicial, final de partida.
Y sólo el agua golpeando en lluvia
la oscura piel con que cubro el muro a mi espalda.
En todo final es esta pared,
como el dios de la mano en alto,
inscripción del juicio final.
rezo de agua por mi falta, mi talento para el naufragio
mi suerte de adiós, mi cadavérico escombro.
Más allá del muro
la pared suelta sus culpas,
y lava el oficio en páginas de cal.
El aserrín no basta para el charco,
y el desagüe se lo carga.
Al cabo, alguien muere de otra manera.
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